sábado, 25 de agosto de 2007

La noche de Juana

Una crónica de lo que vive a diario Juana Soto, vagabunda de la Plaza Ñuñoa

Diez en punto marcaba el reloj de la parroquia Nuestra Señora del Carmen, y Juana Soto, más conocida como La Chora Juani, terminaba de secar el último auto del día. Con el mismo trapo agujereado, limpia sus manos rojas de frío, para recibir con una gran sonrisa, los mil pesos de su último cliente. Se sabía que la noche iba ser igual de fría que las anteriores, por lo que la ganancia de uno de los lavados estaba destinada al infaltable Derby Rojo.

Diez y media, y lo único que queda es buscar el mejor lugar para pasar la noche. La Chora Juani camina hasta su closet, que es uno de los tantos alcantarillados que rodean la plaza. Aquí guarda su húmedo colchón y dos frazadas que sacude todos los días antes de acostarse. Al tener todo esto en su poder, lo sube con fuerza hasta su cabeza, al igual que una mujer india transportando lo que compró en el mercado. Camina lentamente buscando cuál será su improvisado dormitorio. Decide dormir a un costado del resbalín, por lo que deja caer con fuerza sobre el suelo su viejo colchón, generando una gran polvareda, que la hace toser como un perro atorado con un hueso.

Once en punto y ya está todo listo para pasar una noche más a luz de la luna, pero falta lo más importante, los cigarrillos. Juana toma una de sus frazadas y se envuelve como panqueque de manjar y parte en dirección al café Dante. Con la cabeza gacha y trancos largos, atraviesa la plaza esquivando a muchos jóvenes que todavía no deciden a que pub entrar. Llegando al café, Juana saca un arrugado billete de uno de los bolsillos de su desteñida chaqueta roja, y con él recibe a cambio su inseparable vicio. Apenas lo tiene en sus manos, lo abre como un niño rompiendo envoltorios de regalos en navidad y prende uno después de luchar unos segundos con su encendedor.

Once y media, La Chora Juani vuelve a la plaza con la boca llena de humo y la mano izquierda en el bolsillo. Llega hasta los juegos, donde había preparado su cama y sin nada más que hacer, apaga su cigarro con el pie y se tira a la cama como un clavadista a la piscina.

miércoles, 15 de agosto de 2007

Pañuelos y espuelas se tomaron la ciudad

Seis parejas unioninas compitieron en el nuevo campeonato de cueca Jóvenes de Chile.
Guitarras, tormentos y buena chicha dieron vida a la fiesta criolla que reunió más de 200 personas en el pequeño gimnasio de la Escuela Honorio Ojeda Valderas.

Cada pareja, en tres pies de cueca, debía demostrar toda su destreza al jurado, el cual estaba conformado por dos osorninos y un unionino, quienes tenían la difícil misión de elegir las dos parejas que representarán a la comuna en el próximo campeonato regional, que tiene la particularidad de ser el primero de la Región de los Ríos.

Los Parceleros de Colún y el Club de Cueca de La Unión eran los encargados de hacer sonar guitarras y acordeones, mientras huasos y chinas levantaban polvo con cada zapateo y corralera. El público por su parte, seguía con atención cada movimiento de las parejas y aplaudía con fuerza al ritmo de las cuecas.

Al terminar las presentaciones, los nervios se apoderaron de cada una de las jóvenes parejas, quienes estaban expectantes por la determinación del jurado. Luego de disfrutar un refrescante cacho de chicha, el jurado dio su veredicto y decidió clasificar a Delgén Vergara con Jonathan Navarrete, y a Tania Cárdenas con Álvaro Castro, los cuales recibieron sus respectivos premios de manos de María Angélica Astudillo, alcaldesa de la comuna.

sábado, 11 de agosto de 2007

Comenzó el juego de barro más importante de la región

Ignao, Crucero, Las Trancas y Cudico serán testigos de la Octava versión del Raid de Invierno Hueicolla
Ante un cielo gris y un frió intenso se dio inicio al ya tradicional evento jeepero, que reúne a más de 100 motores de distintos lugares del país, incluyendo a un grupo trasandino, que vienen a disfrutar de las siempre complicadas rutas escogidas por el club de jeeperos “Pioneros 4x4”, anfitriones en esta ocasión.

“La idea es mantener un espíritu solidario, tratar de salir todos del camino y no dejar a nadie solo y enterrado”, con esta frase, el joven jeepero Alejandro Vesperinas, define lo que se vive cada año en el barro sureño.

Estándar, Intermedio y experto, son los nombres de las distintas categorías en que se dividirá el grupo, dependiendo de las características de cada vehiculo y de la experiencia de los choferes. Cada cuadrilla será escoltada por un guía o rutero, los cuales son asignados por el club organizador.

Por experiencia de los propios jeeperos, los caminos de Ignao y Crucero han sido siempre significado de gran trabajo y buenas manos, por lo que sólo los más avezados tienen licencia para desafiar estas complicadas rutas. Por otro lado, los novatos se tienen que conformar con rutas cercanas a Las Trancas, las cuales no ofrecen tanta dificultad y peligro.

Al finalizar la jornada, vale decir el domingo por la tarde, los jeeperos disfrutaran del infaltable asado, donde se entregaran premios y regalos a los que tuvieron algún imprevisto en la ruta o simplemente hallan mostraron gran valentía al maniobrar sus máquinas.

miércoles, 8 de agosto de 2007

De la selva a la jungla


Dedicado a todos los que emprenden viaje desde el sur a la capital...







El canto de centenares de pájaros en mi ventana; la lluvia interminable de invierno; la sonrisa del viejo lechero y filas de humo jugueteando en el cielo, eran parte fundamental en mi diario vivir. Quería traérmelos a todos en mi maleta, pero no pude. Llegue a un lugar desconocido, donde la gente no vive, sino que sobrevive. Muchos me dieron consejos, como que no lleve la billetera atrás del pantalón y que no se me ocurra contestar el celular en el Paseo Ahumada, pero nadie me dijo que acá se habla en otro idioma.

Como dice Shakira, ciegos, sordos y mudos es la mayoría de la gente que viaja en micro. Nadie acostumbra a conversar con la persona que tiene al lado, algunos dicen que es por desconfianza, otros simplemente prefieren hacerse los dormidos. En el sur solía hablar con el chofer mientras pagaba mi pasaje y luego al bajarme, le pedía que detenga la máquina donde yo quisiera, en cambio ahora todo se hace mediante un pito, al subirme “bip” y si quiero bajarme tengo que tocar un timbre. Me encanta hablar, por lo que no comprendo que 6 millones de habitantes prefieran sellar sus labios, en vez de comunicar.



Una ciudad sin Transantiago

Conformes con el servicio dicen estar los usuarios de las once micros que componen el único recorrido en la ciudad de La Unión

Entre polvo y piedras se movilizan los 25 mil habitantes de la ciudad de La Unión, en micros que no saben de validadores, “sapos electrónicos”, horarios punta ni mucho menos de colores para identificarlas.

A pesar de la poca tecnología en el transporte de esta ciudad, los usuarios dicen estar conformes con el servicio, porque llegan temprano a su destino, la frecuencia es buena y no andan como “sardinas” en comparación a lo que pasa en Santiago. La gente lo único que pide es la pavimentación del total del recorrido para viajar dignamente, ya que una parte considerable de las calles por donde transitan las micros, es de piedra. Por otro lado, dos “grandes empresarios” del trasporte unionino se han unido a la petición de los pasajeros, asegurar que si la Municipalidad se compromete a pavimentar lo que falta, ellos remodelarán su flota y así la gente tendría un mejor servicio, “Con caminos de piedra, no hay máquina que aguante”, comenta Carlos Briceño, uno de los empresarios, haciendo alusión al rápido deterioro de sus micros.

En La Unión el transporte público está centralizado en el escolar, porque son ellos los que más ocupan el servicio, por lo que en verano el negocio no es rentable y en vez de once micros, funcionan sólo cinco.

“Esta pega es súper relajada” así es como describe su trabajo Andrés Dilems, quien lleva cuatro años en el transporte público unionino, puede decir esto porque antiguamente trabajó en las “micros amarillas” de la capital. La seguridad que tienen en su trabajo es ejemplar, en toda la historia del servicio no se registra ningún asalto. Además, entre los pasajeros y el micrero hay un cierto lazo de amistad, que produce un efecto muy extraño para una persona que no sea de la ciudad “En las mañanas los escolares me dicen buenos días don Andrés, allá -refiriéndose a Santiago- con suerte me pagaban el pasaje”.